Durante varios siglos, los latinoamericanos han formado parte de la historia y la vida de Nueva Orleans. Sin embargo, a partir de la década de 1960, un nuevo fenómeno migratorio comenzó a transformar esta realidad: la llegada masiva de cubanos durante ese período demandó una atención urgente, tanto civil como pastoral.
Antes de esa fecha, hacia la década de 1940, los latinoamericanos residían en diversas zonas de la ciudad, sin una concentración geográfica específica. No existía un centro de atención pastoral ni una estructura organizada para su acompañamiento.
A comienzos de los años 60, el Arzobispo Cody asignó a un sacerdote para que, en la medida de lo posible, respondiera a las necesidades espirituales de la comunidad latina, especialmente a través de la celebración de los sacramentos en español. Sin embargo, aún no se había concebido una oficina central ni un plan pastoral definido para este sector de la población.
Fue necesario esperar hasta la década de 1970, cuando comenzó a surgir en todo el país un movimiento de mayor conciencia sobre la presencia y la importancia pastoral de la comunidad hispana.
En 1965, al asumir el Arzobispo Philip Hannan el gobierno pastoral de la Arquidiócesis, manifestó su interés en fortalecer la atención a los hispanos. Para ello, pidió al Padre Gabriel González, sacerdote guatemalteco, que continuara desarrollando el trabajo pastoral con esta comunidad. El padre González comenzó a buscar formas de ayudar a las numerosas personas que acudían a él en busca de soluciones tanto religiosas como sociales.
Otros esfuerzos surgieron también, especialmente en relación con los refugiados cubanos, cuya presencia se hacía cada vez más visible en la ciudad. El Centro Católico Cubano en Nueva Orleans ya estaba sólidamente establecido. Esta organización estimaba que la población hispana en todo el estado de Luisiana era de aproximadamente 109.400 personas, y que en Nueva Orleans residían cerca de 97.600.
Hacia finales de la década, la hermana María Emmanuel, misionera eucarística de los religiosos de Santo Domingo, colaboraba en "el Centro", como parte del Apostolado Social Arquidiocesano. Allí, trabajaba a tiempo parcial con la comunidad latina, ofreciendo clases de inglés y brindando asistencia personalizada a quienes lo necesitaban.